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Brigadier Mayor Guardiamarina Éver Castros Palacios

BRIGADIER MAYOR DEL BATALLÓN GUARDIAMARINA ÉVER CASTRO PALACIOS

 

almirante padilla

Nací el 15 de agosto del año 2001 en la histórica y heroica ciudad de Cartagena de Indias, Bolívar. Desde pequeño, mi vida ha estado marcada por el ejemplo firme, valiente y honorable de mi padre, Éver Castro Pérez, Suboficial jefe Técnico de la Armada de Colombia. Su disciplina, compromiso y amor por la patria dejaron en mí una huella profunda que aún hoy me guía. A su lado, mi madre, Orley Palacios, ha sido el corazón de nuestra familia: una mujer sabia, paciente y entregada, que con su amor incondicional nos enseñó que el respeto, la gratitud y la honestidad no se imponen, se viven.

En casa somos dos hermanos, y me siento profundamente orgulloso de compartir mi camino con mi hermano menor, Ángel de Jesús Castro. Juntos hemos forjado una relación de apoyo inquebrantable, fortalecida por los valores que nuestros padres nos inculcaron desde la cuna. La familia ha sido, y siempre será, mi primer equipo, mi primera formación, mi base y mi refugio.

Mis estudios de bachillerato los cursé en el Colegio Mixto La Popa, donde descubrí mi pasión por el conocimiento y un interés especial por la física y las matemáticas, áreas que me desafiaban a pensar con lógica, paciencia y estrategia. Sin embargo, fue en el deporte donde más crecí como ser humano. Durante más de doce años, el deporte fue una verdadera escuela de vida. En cada entrenamiento, en cada competencia, aprendí sobre esfuerzo, constancia, resiliencia y liderazgo. Donde puede evidenciar, que no hay sustituto para la constancia y tenacidad, aprendí que las verdaderas batallas no se ganan solo con fuerza, sino con carácter e inteligencia.

Inspirado por el ejemplo de mi padre y guiado por una vocación profunda de servir, tomé una de las decisiones más importantes de mi vida: ingresar a la Armada de Colombia. Esta elección no fue solo un paso profesional, fue un compromiso de vida. Desde entonces, el uniforme dejó de ser solo una prenda; se convirtió en símbolo de entrega, disciplina, sacrificio y amor por Colombia.

Ser parte de la Escuela Naval de Cadetes “Almirante Padilla” (ENAP) ha sido un privilegio y una responsabilidad. Aquí he aprendido que el liderazgo no se impone, se construye con ejemplo, carácter, empatía y sentido de pertenencia. Que la grandeza de un militar no está solo en su formación táctica, sino en su integridad, su vocación de servicio y su compromiso con cada colombiano, donde he comprendido que a mayor responsabilidad mayor convicción.

Hoy, sigo avanzando con paso firme, guiado por los valores que me enseñaron mis padres y por el sueño de convertirme en un hombre al servicio de mi nación. Agradezco cada experiencia vivida, cada desafío superado y cada persona que ha aportado a mi crecimiento.

Mi aspiración es clara: continuar este camino con honor, con la frente en alto y el corazón dispuesto. Que mi historia, aún en construcción, sea algún día motivo de orgullo para mi familia, mi ciudad y mi patria.